Viento en contra para Israel: de Trump a Macron y la prensa anglosajona
El empecinamiento del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en mantener la guerra contra Hamás en Gaza está alienando gradualmente a sus aliados habituales y aislando cada vez más al país en la escena internacional.
La ofensiva total de Israel contra la Franja sigue dejando a diario decenas de muertos, un nivel insólito en los conflictos modernos. Así ha sido casi todos los días de los últimos 18 meses, salvo cortos períodos de tregua. Solo el jueves, las bombas israelíes mataron a más de 130 personas, en su mayor parte mujeres y niños. Esta semana, fuertes bombardeos contra el Hospital Europeo lo han dejado inoperativo. Netanyahu decidió romper el pasado marzo de forma unilateral el alto el fuego con Hamás y la prevista liberación de los rehenes para garantizar la supervivencia política de su Gobierno con el regreso del ultraderechista Itamar Ben Gvir.
Netanyahu ordenó hace dos meses, además, el cerco total a Gaza, impidiendo la entrada de agua, comida o medicinas. Toda la Franja se encuentra ahora en situación de emergencia alimentaria (fase 4 de 5 del índice CIF, la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria en Fases respaldado por Naciones Unidas). Hay al menos 71.000 casos de desnutrición aguda en niños de entre 6 y 59 meses, de los cuales 14.100 son casos graves. Una hambruna evitable y debida exclusivamente al bloqueo militar sobre la Franja.
Un niño palestino junto a una ración de comida en Gaza. 12 de mayo de 2025. / OMAR AL-QATTAA / AFP
Todo esto está alejando gradualmente a algunos países occidentales del Gobierno israelí:
La Administración de Donald Trump da señales de querer reducir su dependencia del Gobierno de Netanyahu. Según el corresponsal político de la influyente Radio Militar Israelí, Yanir Cozin, el presidente estadounidense habría decidido cortar el contacto directo con el primer ministro israelí. Sus asesores le advirtieron de que Netanyahu “está tratando de manipularlo”, según una fuente oficial anónima. En un vídeo filtrado en 2001 se veía a Netanyahu asegurando: “Sé lo que es Estados Unidos. Es un país que puedes mover fácilmente en la dirección correcta. No se interpondrán en nuestro camino”.
Lo cierto es que Trump ha orillado por completo a Netanyahu en sus decisiones de las últimas semanas sobre Oriente Próximo. Ya durante la visita de Netanyahu a la Casa Blanca a principios de abril, el presidente estadounidense anunció por sorpresa que estaba llevando a cabo conversaciones directas con Irán para negociar sobre su programa nuclear. En el momento del anuncio ante la prensa, Netanyahu estaba a su lado y respondió con gesto de incredulidad.
No ha sido la única decisión tomada por Trump sin contar con su presunto aliado. Washington abrió un canal de comunicación directa con Hamás, otro hecho inédito. Y lo usó para garantizar esta semana la liberación del único rehén estadounidense-israelí en manos de Hamás. Estados Unidos también ha pergeñado un acuerdo de alto el fuego con los rebeldes hutíes de Yemen a espaldas de Tel Aviv y que perjudica a los intereses de Israel. Tras una campaña de bombardeos brutal pero enormemente costosa y de escasos resultados, los hutíes acordaron dejar de disparar contra los barcos estadounidenses que pasan por el mar Rojo. Pero nada se dijo sobre los misiles que lanzan contra Israel en apoyo a Gaza. En unas declaraciones sorprendentes, uno de los políticos más sionistas de Estados Unidos, el embajador en Tel Aviv Mike Huckabee, espetó que “Estados Unidos no necesita permiso de Israel” para llegar a acuerdos con los hutíes.
Trump también ha normalizado relaciones con Siria y ha levantado las sanciones al país, algo a lo que se oponía Netanyahu. El mismo presidente se ha reunido con el nuevo líder sirio, Ahmed al-Sharaa, antiguo líder de Al Qaeda y le definió como “un joven atractivo” que dirige un país que merece una oportunidad. La actitud contrasta con la de Israel, que bombardeó hace dos semanas Damasco, la capital, y conserva aún parte del país invadido ilegalmente. A al-Sharaa le considera un yihadista.
Las afrentas no se quedan ahí. El secretario de Defensa Pete Hegseth canceló por sorpresa hace una semana su viaje a Israel; la política trumpista Marjorie Taylor Greene se hizo viral por un vídeo en el que aseguraba que su país ya no va a librar más guerras por otros, en referencia a Israel por Irán; y el enviado especial de Trump para Oriente Próximo, Steve Witkoff, le dijo a las familias de los rehenes que Netanyahu está prolongando la guerra de forma innecesaria.
Francia tiene la mayor comunidad judía de Europa. Su presidente, Emmanuel Macron, ha tratado de mantener un equilibrio diplomático durante este año y medio de masacres en Gaza. Ha criticado los excesos de la ofensiva israelí pero, al mismo tiempo, firmó una carta insinuando que desobedecería la orden de detención contra Netanyahu por crímenes de guerra emitida por la Corte Penal Internacional. Era el precio a pagar por conseguir un alto el fuego en Líbano, área de influencia francesa.
Pero algo parece estar cambiando muy rápido en París. Macron dijo el pasado 10 de mayo que está trabajando para el reconocimiento del Estado palestino por parte de Francia. La fecha probable del anuncio la situó en la conferencia que va a copresidir en junio junto a Arabia Saudí. Macron también se ha mostrado “abierto” a que la UE se replantee los acuerdos de asociación firmados con Israel por la violación de los derechos humanos en Gaza. El próximo martes lo votarán los ministros de Exteriores de la UE, aunque un veto por ejemplo de Alemania daría al traste con la operación.
Y cuando esta semana Macron calificó de “vergonzoso” el cerco israelí sobre la Franja de Gaza, Netanyahu respondió cargando con una dureza inédita contra el presidente galo. Le acusó este miércoles de ponerse del lado de “una organización terrorista islamista asesina” y de comprar “la propaganda” de Hamás. “Acusa a Israel de libelos de sangre” dijo Netanyahu, en una elevación frontal del tono contra París.
El Gobierno holandés ha dado otro sorprendente golpe de timón en sus relaciones con Israel. Ha pedido que se revise el pacto de la Unión Europea que rige las relaciones comerciales con el país. “Hay que trazar una línea en la arena porque la situación en la Franja de Gaza es desoladora, una situación humanitaria catastrófica”, dijo el pasado 7 de mayo su ministro de Exteriores, Caspar Veldkamp. El Gobierno de La Haya, sede también de la Corte Penal Internacional que quiere detener a Netanyahu y de la Corte Internacional de Justicia que investiga a Israel por genocidio, ha exigido el final del cerco y ha cargado contra las intenciones de ocupar militarmente Gaza, como planea Israel.
Reino Unido ha sido uno de los países donde ha habido más disonancia entre la expresión del apoyo hacia los palestinos en las calles y la posición del Gobierno de los últimos gobiernos conservadores, que tendían a ponerse del lado de Tel Aviv. Londres ha sido escenario de manifestaciones que han congregado a decenas de miles de personas pidiendo el final del genocidio en la Franja. Pero el nuevo primer ministro, el laborista Keir Starmer, ha empezado a tomar distancia frente a su homólogo israelí. Se suspendieron 30 contratos de exportación de armas británicas a Israel, por “la posibilidad de delitos de lesa humanidad”. Al poco tiempo de llegar al cargo, Starmer, antiguo abogado de derechos humanos, descongeló los fondos a la Agencia de Naciones Unidas para los Territorios Palestinos, UNRWA.
Las críticas en los medios anglosajones a Israel están subiendo de tono en los últimos días, incluso en medios conservadores. En un artículo del consejo editorial del Financial Times titulado “El vergonzoso silencio de Occidente sobre Gaza” se denunciaba a Europa y Estados Unidos por no haber condenado las actuaciones de Netanyahu en Gaza. Los líderes de ambos lados del Atlántico deberían “avergonzarse de su silencio” y dejar “de permitir que Netanyahu actúe con impunidad”. En la misma línea estaba el editorial de The Independent titulado “Acabar con el silencio ensordecedor de Gaza: es tiempo de alzar la voz”. El diario criticaba la intención de Netanyahu de ampliar “la ya devastadora campaña de bombardeos en Gaza”. The Economist, por su parte, titulaba “La Guerra en Gaza debe terminar” y esgrimía que “las únicas personas que se benefician de continuar la guerra son el señor Netanyahu, que mantiene su coalición intacta, y sus aliados de extrema derecha, que sueñan con vaciar Gaza y reconstruir los asentamientos judíos allí”. The Guardian pedía que Trump “detenga el horror de Gaza” y se preguntaba: “Si esto no es un genocidio, ¿qué lo es?”.
También en inglés, pero al otro lado del charco, arrecian las críticas de los medios contra Netanyahu. El prestigioso analista americano Thomas Friedman iba mucho más lejos: “El gobierno de Israel no es nuestro aliado”, decía, “y debe de dejar de ser considerado como tal”.
Hasta ahora, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, había evitado alzar la voz contra Israel por la ofensiva de Gaza. Pero, esta semana, la líder ultraderechista compareció en el Parlamento y calificó la situación humanitaria en Gaza “de cada vez más dramática e injustificable” y recordó a Israel “la necesidad de respetar el derecho internacional humanitario”. La primera ministra reconoció la dificultad de negociar con Netanyahu:
“No estuvimos de acuerdo en varias de sus decisiones, no estamos de acuerdo con las recientes propuestas del gobierno israelí y no dudamos en decírselo a nuestros interlocutores”.
Alemania es, junto a Estados Unidos, el aliado más fiel de Israel. Son los dos únicos que sistemáticamente le protegen en las resoluciones de Naciones Unidas. Berlín les vende aproximadamente el 20% de su armamento (el resto proviene de Estados Unidos). El nuevo canciller alemán, Friedrich Merz, ha prometido mantener el concepto de su predecesora Angela Merkel de “razón de Estado”: la responsabilidad especial de Alemania hacia la seguridad de Israel por el holocausto nazi contra los judíos. La bandera de Israel se ha proyectado sobre la puerta de Brandemburgo en plenas masacres en Gaza y el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, ha realizado esta semana una visita de Estado a Israel tras recibir con honores a su homólogo, Isaac Herzog, en Berlín.
Por eso llamó tanto la atención que el país firmara, el pasado 23 de abril, un inédito comunicado junto a Francia y Reino Unido en el que exigían a Israel el cese del “intolerable” bloqueo de entrada de ayuda humanitaria a Gaza. En anteriores momentos de la guerra, la ya exministra Annalena Baerbock criticó a Israel por “quemar a personas en tiendas de campaña”.
Este jueves, Israel convocó a la embajadora de España en Tel Aviv, Ana María Salomón, para reprocharle que el presidente, Pedro Sánchez, se refiriera a Israel como “Estado genocida”, usando la expresión utilizada antes por el diputado Gabriel Rufián, para responderle a una pregunta parlamentaria.
Sánchez ha sido el primero de los líderes europeos en criticar los excesos de Israel contra los palestinos. Y sigue haciendo avanzar su pequeña coalición diplomática de países con los que, desde hace más de un año y medio, ha tratado de frenar la ofensiva contra Gaza y reforzar la solución de dos Estados con el reconocimiento del Estado Palestino. A Irlanda, Noruega y Eslovenia se le han unido de una u otra forma otros países como Bélgica y, más recientemente, Islandia.
España se ha adherido a la causa abierta por Sudáfrica contra Israel en la Corte Internacional de Justicia por genocidio, e impulsa ahora una resolución en Naciones Unidas contra Israel y para tratar de detener el conflicto. Este mismo sábado, España va a convertirse en el único país no árabe de los invitados a la cumbre de la Liga Árabe.
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