2025: España sigue sin prosperar – Santiago Sánchez
España cierra 2025 con una paradoja que ya empieza a ser estructural. Las cifras macro se mantienen firmespero la realidad económica de las familias españolas, especialmente de clase media, está empeorando. Según las últimas previsiones publicadas, las más recientes del Banco de España, nuestro PIB crecerá entre un 2,9% – 3% este año y aunque el empleo sigue aumentando cada vez más lentamenteEspaña no despega porque nuestro crecimiento se basa en el aumento de la población extranjera y del consumo interno, mientras la productividad, la inversión y el sector exterior se deterioran de forma preocupante. El resultado es que se nota poco donde debería ser más notable: en el ingreso disponible de las clases medias y su capacidad para llegar a fin de mes o ahorrar; sobre comprar una casa, ni siquiera hablamos de eso.
La economía española va a frenar su crecimiento en 2026 y 2027 y con ello, también se moderará la creación de empleo, por lo que la tasa de desempleo continuará en niveles inadecuados para una economía avanzada (10,6% en 2025, 10,0% en 2026 y, con suerte, 9,6% en 2027). Con estas tasas, España seguirá siendo una anomalía europea: lejos del pleno empleo que nos anunció Sánchez, sin corregir la dualidad laboral, mientras la baja productividad y el aumento desorbitado de los costes no salariales se cronifican.
Una cifra de crecimiento, por sí sola, dice poco. Importa lo que hay detrás. El año 2025 ha consolidado un amplio crecimiento basado en un aumento de la población nacida en el extranjero (casi 445.000 personas hasta octubre) que están ocupadas en el sector servicios o la construcción, la productividad y un aumento del stock de deuda (72.630 M€ hasta octubre). Esta podría ser una oportunidad si se acompaña de capital, capacitación y productividad.. El problema es que el Gobierno evita hablar de lo esencial: cómo transformar esa contribución demográfica en crecimiento intensivo.
El déficit comercial se amplía
Paralelamente, el sector exterior vuelve a actuar como freno. Los datos del comercio exterior hasta octubre son elocuentes: las exportaciones apenas aumentaron un 0,8% interanual (enero-octubre), mientras que las importaciones crecieron un 4,9%. El déficit comercial se amplía hasta los -45.799,5 millones, desde los -31.023,1 millones de un año antes. Esa combinación, exportaciones e importaciones planas en crescendoes típico de economías que dependen demasiado del consumo interno. Y lo grave no son los datos concretos: lo grave es el mensaje de competitividad que estamos enviando.
Además, lo previsible es que el sector exterior siga debilitándose. Menos sector exterior significa más vulnerabilidad a shocks energéticos, subidas de tarifas o deterioro de un turismo extranjero que se va a frenar.
Alta inflación
Este año que nos deja también confirma otra constante. El problema no es sólo el aumento de la inflación, sino la composición. En noviembre, el IPC general se situó en el 3,0% interanual y el IPC subyacente en el 2,6%. Lo más preocupante es que Los componentes que más pesan en la vida diaria siguen tensionados: los servicios suben hasta el 3,7% y los alimentos no procesados hasta el 6,6%.
Además, el IPC armonizado se mantiene en el 3,2%, un punto por encima de la media de la eurozona y esta brecha importa mucho: en la segunda mitad del año nuestra competitividad se ha visto seriamente erosionada, los costes han aumentado y la pérdida de poder adquisitivo se ha prolongado.
Una clase media empobrecida
Es en este punto donde conviene detenerse. La clase media también se ha empobrecido en 2025 debido a la combinación de una inflación persistente en artículos esenciales y una presión fiscal que alcanzará el 37,9% del PIBun máximo histórico, y que desde 2018 habrá subido tres puntos, impulsado en gran medida por el IRPF y las cotizaciones.
Éste es el gran tabú del relato del gobierno. Subir las tasas no es la única manera de aumentar los impuestos, tampoco lo es deflactar los tipos y permitir que la inflación empuje a los contribuyentes a pagar más por el mismo salario real. En la práctica, en 2025 el Estado se ha quedado con una parte creciente del esfuerzo de familias y empresas. El desincentivo a trabajar y esforzarse es brutal.
Además, llueve en mojado. Los precios de los alimentos han aumentado 38% desde 2018, y las tasas efectivas sobre la renta bruta de los hogares han pasado del 12,7% en 2018 al 14,4%. Las más afectadas son las clases media baja y trabajadora, especialmente si tienen hijos.
Y cuando los hogares se ajustan, lo hacen donde pueden, por eso el patrón de consumo nos muestra las «renuncias» de las clases medias: Menos gasto real en alimentos y ropa, y más presión sobre vivienda y energía.. Esto no es prosperidad, es resistencia al sanchismo.
El empobrecimiento es constante, como lo demuestran los 4,3 millones de españoles en severas privaciones materiales y sociales. (9% de la población), un 34,2% en riesgo de pobreza infantil y una porción importante de hogares sin capacidad para afrontar imprevistos.
La inversión y la productividad cierran el círculo. Sin inversión no hay productividad; y sin productividad no hay salarios reales sostenibles. Y aquí está el meollo del problema español. La inversión empresarial privada en términos reales sigue estando un 5% por debajo de 2019 y ni siquiera los fondos europeos que debían actuar como palanca de modernización la han ayudado a recuperar impulso. Por extensión, la inversión en I+D (1,50% del PIB) todavía está lejos de los principales países de la UE, China, Japón, Corea o EE.UU.
La debilidad parlamentaria de Sánchez, los constantes peajes que pagar a sus socios y la paralización generalizada de la actividad gubernamental, se ha traducido en 2025 en más inseguridad jurídica, sobrerregulación y fiscalidad del trabajo que encarece contratar y progresar.
Por esta razón, la comunidad empresarial apenas crece en número. (+0,20% entre diciembre de 2024 y noviembre de 2025), y lo hace apoyado en la necesidad de impulsar la construcción, mientras sectores clave caen. La construcción suma empresas, pero colapsan en la agricultura y se pierden empresas en la industria manufacturera. Si el dinamismo se concentra en actividades menos intensivas en productividad, el crecimiento potencial se ve afectado.
fondos europeos
En el capítulo de los fondos europeos, el patrón de 2025 se repite y empeora. Sin efecto transformador, con poca ejecución y donde, con carácter de urgencia, Sánchez ha tenido que solicitar la séptima modificación del plan para cambiar 160 hitos ante la imposibilidad de cumplir con nuestros compromisos con Bruselas y ha renunciado a 60.000 millones de euros en préstamos ante la imposibilidad de encontrar proyectos financiables, con 1.100 millones de euros en sanciones aún pendientes.
El problema de 2025 no es que todo vaya mal. El problema es que, incluso cuando la tasa de crecimiento es razonable, no estamos arreglando lo que nos condena a ser un país con salarios promedio modestos, desempleo crónico y un ascensor social roto. Con la desaceleración del crecimiento de la economía española que se producirá en 2026 y 2027, el margen para ocultar estas carencias se reduce. Si sumamos el regreso de las reglas fiscales y una deuda pública superior al 100%La tentación del Gobierno será la de siempre: más ingeniería fiscal, más intervencionismo y más parches para que el Gobierno de Sánchez agonice dolorosamente.
juan de mariana Advirtió hace siglos sobre las exacciones arbitrarias porque deterioran la propiedad, la legitimidad del poder y terminan empobreciendo a la sociedad. Si realmente queremos un país donde nuestras clases medias se recuperen, donde puedan trabajar y hacer esfuerzos, debemos liberar capacidad de inversión, mejorar la productividad, reducir la cuña fiscal sobre el trabajo, simplificar la regulación y recuperar la credibilidad institucional. Ninguna de estas cuestiones esenciales le importa a Sánchez, pero deberían importarle a todos los ciudadanos. Es nuestra prosperidad la que está en juego.
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