Es una inspiración para muchos; un pontífice con cabeza y corazón
José Avelino Barboza Zárate nació y se crió en los Andes peruanos, en San Andrés de Cutervo, Cajamarca, una pequeña población a 2.058 metros de altura. Le gusta la montaña, así que desde Laviana mira hacia el parque de Redes. Lleva poco tiempo en el valle del Nalón, desde finales de septiembre, cuando se incorporó como párroco «in solidum» de la unidad pastoral del Alto Nalón, responsabilidad que comparte con el sacerdote Luis José Fernández. Entre los dos se reparten los oficios de una veintena de parroquias. En el puente de Todos los Santos, Barboza, llegó a celebrar 16 misas en tres días.
[–>[–>[–>Siente que ha encajado bien en la zona porque «el carácter andino se parece mucho al asturiano. Somos gente de altura, acostumbrada a los retos, y eso se nota en la forma de vivir la fe». Desde que llegó, ha querido que sus parroquias sean espacios de encuentro. «La gente aquí es noble y generosa. Cuando se les atiende bien, responden con cariño. A veces basta con acercarse al tanatorio, con escuchar. Un sacerdote debe ser eso: alguien cercano». Esa cercanía la demostró recientemente en un momento muy difícil para sus feligreses de Barredos. Fue en el funeral por Cristino Prendes, «Lupo», fallecido después de recibir una brutal paliza a la puerta de un bar.
[–> [–>[–>Es consciente de que hay pocos sacerdotes y la carga de trabajo la ha notado estos días. El estrés lo combate haciendo deporte. «A veces salgo a correr por la senda del Nalón. Es también una forma de evangelizar: la gente te ve, te saluda, y se da cuenta de que el cura es una persona normal«. Por ahora corre río abajo, hacia Barredos o Blimea pero ya mira hacia el sur, hacia las montañas. «Dicen que los andinos tenemos más capacidad pulmonar para correr por la montaña», reflexiona pensando ya en alguno de los trails que se celebran en Redes.
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Barboza (primera fila, izquierda) y otros agustinos, con el entonces prior Robert Prevost segundo por la derecha), actual Papa. / .
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Barboza es agustino de formación, y precisamente durante esa formación es cuando conoció a una persona que marcaría su vida. Ingresó en la orden con apenas 16 años, cursó filosofía y teología en Lima. En esos años conoció a Robert Francis Prevost, entonces superior general de los Agustinos. Hoy, ese mismo religioso estadounidense ocupa la cátedra de San Pedro bajo el nombre de León XIV, y el sacerdote peruano ahora destinado en Laviana lo considera «amigo y ejemplo». «Su Santidad es un hombre prudente, con una gran formación y un corazón pastoral inmenso». En Lima lo vio «trabajar codo a codo con los pobres, atender a enfermos en plena pandemia, ponerse las botas y meterse en el barro si hacía falta. Es un papa que encarna la cercanía y la sencillez que tanto necesita la Iglesia».
[–>[–>[–>«Inspiración para muchos»
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Barboza no oculta su admiración por Robert, «así le llamábamos». «Fue una inspiración para muchos, y su elección como Papa fue motivo de alegría. Es un hombre que escucha, que piensa, que no se deja llevar por impulsos. Un pontífice con cabeza y corazón«. Lo ha comprobado de nuevo recientemente. No dice la fecha ni el motivo del encuentro, «pero hace poco he estado con él en Roma».
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En Laviana, el sacerdote se ha propuesto derribar estereotipos. Atiende funerales, bautizos y catequesis, pero también organiza partidos de fútbol y voleibol con los jóvenes. «Tengo un grupo de casi noventa personas, entre adolescentes y padres, con los que jugamos los domingos. Es otra forma de vivir la fe», celebra.
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[–>La tecnología tampoco le resulta ajena. Usa una aplicación para rezar la liturgia de las horas y anima a los feligreses a hacer lo mismo. Insiste en que la Iglesia no está reñida con la ciencia ni con la tecnología. «La Iglesia también se moderniza. Hoy tenemos herramientas que acercan la palabra de Dios a todos, especialmente a los jóvenes«, sostiene. Eso sí, tiene claro que se debe seguir la doctrina porque «la Iglesia no se puede regir por los caprichos de los curas o de los obispos».
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José Avelino Barboza es sacerdote y así vive la fe y en su día a día pero también es un hombre que se enamoró y tuvo pareja. «Llegué a pensar en casarme pero tenía algo dentro que me decía que mi destino era el sacerdocio», asegura, y explica que «como el Papa León XIV, yo también jugaba a ser cura desde pequeño«. Se formó para el sacerdocio desde adolescente, primero en Lima y luego en Roma, y también cursó estudios de piano. La música es una de sus pasiones. «Pero no esa música que no voy a nombrar y que procede de una zona determinada de hispanoamérica», bromea el alusión al reguetón. Como buen sacerdote y melómano escucha música clásica pero también el pop y el rock cristiano tan en boga en los últimos años, y va más allá. «Estos días escuché a Rosalía —confiesa con una sonrisa—. Me pareció precioso su videoclip, con guiños a la imaginería religiosa», dice.
[–>[–>[–>La conversación se cierra con una moraleja musical que bien podría servir para describir cómo se vive la fe y la religiosidad. «Vivimos una época en la que la música ha perdido el sentido de la belleza, pero también hay artistas que rescatan esa profundidad. Rosalía, en ese sentido, tiene alma».
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