un gobierno agrietado y una economía estancada
Hace ahora un año y unos días, el 6 de noviembre, colapsó por sus disensos internos el tripartito entre socialdemócratas, verdes y liberales de Olaf Scholz. Al hundimiento de lo que, por entonces, la oposición derechista calificó de «coalición fracasada» siguieron elecciones anticipadas y el ascenso al poder, el 6 de mayo, del líder conservador Friedrich Merz. Su caballo de batalla fue el compromiso de reactivar la economía de la primera potencia de la UE, tras dos años en recesión, y la conquista para Alemania de un liderazgo político global. Sintetizó ambos desafíos en un lema en inglés: «Germany is back».
[–>[–>[–>Seis meses después de acceder a la Cancillería, su coalición entre conservadores y socialdemócratas sufre bajo el acoso de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). La primera posición en los sondeos va alternándose, semana a semana, entre la formación ultra y la derecha de Merz. La receta del canciller para hacerles frente va de la mano dura en materia migratoria a la búsqueda de remedios para los dos puntales económicos de Alemania, la automoción y el acero. Otros problemas más acuciantes para el ciudadano, como la vivienda, esperan en el banquillo. Los disensos entre los coaligados están en el orden del día tanto en lo económico como en lo político.
[–> [–>[–>Un PIB que no remonta
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El término «coalición fracasada» con que Merz acribilló al socialdemócrata Scholz se ceba ahora sobre su gobierno. Alemania abrió 2025 con un repunte del PIB del 0,3 %, para bajar al siguiente trimestre a una contracción del 0,2%. El tercer trimestre se ha saldado con el estancamiento y pronósticos de crecimiento mínimo al cierre del año. Los rostros de las malas noticias económicas son los del vicecanciller y titular de Finanzas, el líder socialdemócrata Lars Klingbeil, y la ministra de Economía, la conservadora Katherina Reiche, procedente del ámbito empresarial. Al primero se le achaca falta de experiencia en un departamento clave para un país con 83 millones de habitantes. A Reiche, que pretenda aplicar unos recortes sociales no asumibles por sus socios en una Alemania cuyo tejido social está ya muy precarizado.
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La tenaza de los aranceles
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Merz accedió al poder desde su condición de ex rival interno de Angela Merkel, de línea más centrista, y en un país cuyos sellos de identidad del poderío exportador, la automoción y el acero, estaban en crisis. Se le identificaba como un líder «amigo» de la gran industria. Pero la pasión de Donald Trump por los aranceles y la falta de respuesta frente la competencia más barata de China lastran su relanzamiento. Inició su mandato bajo el signo del apoyo empresarial, plasmado en una alianza con 60 empresas punteras y un plan de inversiones de 630.000 millones de euros en tres años. De ahí ha pasado a convocar sucesivas cumbres del sector de la automoción o del acero, que se cierran con promesas de alivios en la factura energética en los sectores que más consumen. Pero las soluciones globales, como el acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur, no dependen de Berlín, sino de París o de Bruselas. Así las cosas, una cada tres empresas planea recortar plantilla en 2026, según el Instituto Alemán de Economía (IW).
[–>[–>[–>De la precariedad a la pobreza
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El acceso a la vivienda es otro problema global, reconocido como tal por la UE, pero que para muchos alemanes, especialmente en Berlín, fue algo desconocido durante décadas. El precio de la vivienda se disparará y experimentará aumentos récord en 2027 tanto para los pisos en propiedad o viviendas unifamiliares como los alquileres, según los pronósticos del Instituto Económico Mundial (IfW). Se estima que seis millones de hogares están fuertemente tensionados por el precio de su vivienda. Casi trece millones temen, a corto o medio plazo, que no podrán hacer frente a esos costes. La precarización ha alcanzado asimismo a una franja de población que se consideró intocable, como son los jubilados. Uno de cada cuatro pensionistas sigue laboralmente activo, sea por decisión personal o porque no le alcanza con su jubilación. Merz ha activado una fórmula de jubilación activa que permitirá a quien trabaje por cuenta ajena cobrar hasta 2.000 euros mensuales exentos de impuestos adicionales.
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El éxito se mide en deportaciones
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Merz presenta como un éxito el retroceso de las peticiones de asilo a Alemania, que ha dejado de ser el primer destino de la inmigración hacia Europa. En el primer semestre del año se recibieron 86.000 solicitudes, un 50 % menos a escala interanual. El número de refugiados sigue siendo alto, 3,3 millones, sin contar el millón y medio de ucranianos llegados tras la invasión rusa. Aumentaron las deportaciones de asilados rechazados con delitos graves. Hasta septiembre se situaron en 17.800, frente a las 20.000 de todo 2024. El artífice de estos «éxitos» es el ministro del Interior, Alexander Dobrindt, de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU). En la cuerda floja se ha colocado al ministro de Exteriores, Johann Wadephul, por cuestionar que Siria sea ya un país seguro. Viven en Alemania casi un millón de sirios, en su mayoría con más de siete años en el país. Apenas 4.000 han regresado voluntariamente a su país tras la caída de Bachar al Assad. El grupo de los potencialmente expulsables está en 10.700, de los cuales 980 están en espera de que se ejecute su expulsión. El hecho de que Wadephul cuestionara la operatividad de esas órdenes desató un alud de críticas sobre el ministro, el primer titular de Exteriores del partido de Merz desde los años 60.
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