SALUD MENTAL | «Ojalá no me despierte mañana y ya está»: así repara un hospital madrileño la salud mental de las víctimas de violencia de género
«Tenía muchísima ansiedad y ya me estaba afectando el desempeñar mi trabajo diario», cuenta Rose, nombre ficticio, que durante años arrastró un sufrimiento silencioso que empezó a desmoronar su vida. Los ataques eran tan intensos que «llegaba a perder la vista, pensaba que me moría, iba a más, a más, a más…» hasta el punto de confesar que «pensaba que ojalá que no me despierte mañana, quizás me quedo dormida y ya está, porque el sufrimiento era demasiado». Mónica, también nombre ficticio, recuerda que «estaba con muchos miedos, inseguridades y dudas». «Me sentía fatal, no podía cerrar los ojos, imposible, no podía dormir, no podía descansar, estaba aterrorizada, con muchos miedos», resume sobre aquellos días en los que la violencia machista desbordó por completo su salud mental.
[–>[–>[–>Rose y Mónica son dos de las más de 3.400 mujeres atendidas en el programa Atiende, la unidad específica del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid para víctimas de violencia de género con secuelas en su salud mental. Estrés postraumático, depresión, ideación suicida, ansiedad, trastorno bipolar… la violencia machista impacta de lleno en el equilibrio psíquico de estas mujeres. Atiende, que ahora cumple 20 años, ofrece valoración, tratamiento psicológico y psiquiátrico y seguimiento especializado a entre 160 y 170 nuevas pacientes al año, de unos 38 años de media, mientras realiza cerca de 1.500 revisiones anuales. «Es un programa de referencia en la Comunidad de Madrid para mujeres víctimas de violencia de género con sintomatología psicológica o psiquiátrica. Se creó para que estas mujeres pudieran tener un acceso rápido a un programa especializado sin tener que pasar por una lista de espera de las consultas de salud mental generales«, explica la psicóloga y coordinadora del programa Atiende, Leticia Camarillo.
[–> [–>[–>Antes de llegar al Gregorio Marañón, Rose llevaba tiempo en un centro de mujeres recibiendo ayuda psicológica, pero sentía que no avanzaba. «Tenía muchísima ansiedad» y los ataques empezaron a impedirle trabajar a diario con normalidad. Con obligaciones familiares y sin poder permitirse coger una baja, vio en Atiende «un último recurso». Recuerda que en aquella primera cita hace ya un año «no era capaz de hablar, no tenía palabras», pero la doctora «era capaz de ayudarme, de sacarme las palabras que no había puesto en voz alta» y le ofreció «un espacio seguro y de confianza donde podría expresar, hablar o llorar si hacía falta«.
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Tras 15 o 16 años sin tratamiento, llegó el momento clave: «Creo que como solté la bomba, abrí la caja de Pandora en la segunda consulta y ese fue el momento que a mí me cambió la vida«. Allí Rose pudo «colocar, clasificar, poner en cajas» lo vivido, entender «el sentimiento de culpabilidad» y, sobre todo, «llegar a perdonarme a mí misma, para poder avanzar«. Hoy asegura que este programa le ha dado «la oportunidad de llevar a cabo mi vida con tranquilidad» y que «me ha dado de vuelta la vida, esa confianza en mí misma» que creía perdida.
[–>[–>[–>La importancia de la atención psicológica
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En el caso de Mónica, el primer contacto con el programa llegó cuando aún estaba ingresada. A su habitación entraron una trabajadora social y una psicóloga y, en medio de los miedos y las inseguridades, le ofrecieron «confianza y seguridad». «Lo que más me ayudó fue la atención de psicología y de psiquiatría, sobre todo de psicología», explica. La medicación le permitió controlar los ataques de ansiedad, pero fue el trabajo con el psicólogo lo que marcó la diferencia: «Me sabe escuchar pero aparte me resuelve muchísimas dudas» en una situación para la que no estaba preparada, especialmente relacionadas con los juicios.
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Mónica atravesó una relación en la que se quebrantó la orden de alejamiento «en varias ocasiones» hasta que «ya se volvió tan agresivo y cruzó la raya roja». «Le denuncié, puse la orden de alejamiento, que es muy difícil de denunciar a una persona así… No es fácil para nada, o sea, no es nada, nada fácil», resume. Ahora, tras meses de terapia, asegura estar «en el momento con más fuerza y autoestima para poder enfrentarme a lo que me viene, que son los juicios» y empieza a recuperar autonomía: «Poco a poco ya voy haciendo cosas sola, antes venía siempre acompañada… y eso ya empecé a decir que no quería venir sola».
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[–>«Sentirse comprendidas y no cuestionadas»
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En un primer momento el programa se focalizó en víctimas que habían denunciado pero ante las dificultades que esto presenta para muchas de ellas, cada vez son más las que no lo hacen y, en este sentido, este servicio les ofrece apoyo «hasta que son capaces de hacerlo». «Esto es importante saberlo, que a veces es fácil cuestionar a la víctima y decir, ‘pero bueno, ¿por qué no lo hizo antes? ¿Por qué aguanta tanto tiempo?’ Esto es una situación muy difícil. Son personas completamente alienadas y atrapadas en un infierno que es esa relación», apunta Francisco Ferre, jefe del Servicio de Psiquiatría, quien recalca la importancia de «sentirse comprendidas y no cuestionadas» ante un «sufrimiento horrible».
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Las mujeres atendidas en Atiende presentan con frecuencia elevados niveles de ansiedad relacionados con los procesos judiciales, a menudo largos y percibidos como hostiles. Muchas se enfrentan además a denuncias o demandas interpuestas por sus agresores, una forma adicional de violencia que prolonga el sufrimiento.
[–>[–>[–>Este programa por ello les ofrece una atención integral y personalizada para contener ese impacto: evaluación, terapia psicológica, seguimiento psiquiátrico y, cuando es necesario, derivación al Centro de Salud Mental de referencia para garantizar la continuidad de cuidados. «Ellas perciben como diferencial es la sensación de no sentirse juzgadas, de que entendemos de lo que están hablando, de que no las cuestionamos, de que no dudamos de su discurso y de que no tienen que explicar cosas que en otros contextos hay que explicarlo mucho, como si no se les creyese», añade Camarillo.
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Testimonios como los de Rose y Mónica muestran que, más allá de la lucha necesaria contra la violencia machista y los diagnósticos, el acceso rápido a un recurso especializado puede marcar la diferencia entre seguir viviendo en el miedo o empezar a reconstruir su vida.
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